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La pesadilla

FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS

06/02/2006


Dice Rajoy que el Estatuto de Cataluña es una pesadilla y eso es cierto sólo a medias. Para cualquier español medianamente informado, debería ser peor que un mal sueño: un horror ciertamente gargantuesco, inhumano, atrozmente real. Pero sucede que la mitad de los españoles y algo más de la mitad de los habitantes de los escombros de España, singularmente los separatistas, están muy lejos de reconocer esa pesadilla por la sencilla razón de que se niegan a despertar. Y si uno no se despierta, si no sale del sueño en que su mente respira, la realidad no existe y el sueño tampoco. Sin despertar, nunca termina el sueño y aunque estemos a punto de abrir los ojos, aunque se vayan acercando a la puerta brumosa de lo soñado el ruido sordo y la luz abrasadora de lo real, lo cierto es que mientras el sueño no se interrumpa de verdad, mientras sea la realidad fingida de una realidad latente, será imposible reconocer una pesadilla. En la tradición dramática española, el sueño era alegoría trascendente de lo humano -no descripción de lo social-, de ahí que al final de los años 20 Miguel Hernández anduviera escribiendo autos sacramentales como El labrador de más aire y cosas así. Pero aquí hemos pasado de La vida es sueño a Morir por cerrar los ojos, de Calderón a Max Aub, de la brillante tradición católica desterrada de la vida nacional a la izquierda transterrada, mimada por Aznar y desenterrada por Zapatero, que no sabe quién es Max Aub. Le sobra con Caín.

El problema es que, como bien dice Rajoy, la «pesadilla» es también una tropelía que la izquierda durmiente se niega a reconocer como tal. Y de la que, a mi juicio, el PP no es consciente del todo porque tampoco quiere reconocer que durante muchos años, si no durmiendo, ha estado con los ojos cerrados o mirando a otra parte. Los gobiernos de Aznar se negaron a reconocer lo que pasaba en Cataluña porque era una realidad, sobre gargantuesca, desagradable y de difícil trámite. Se tragaron todas las leyes lingüísticas y todos los incumplimientos legales en materia de educación y derechos ciudadanos. Ellos mismos cerraron el último instituto donde en Barcelona se podía escolarizar a alumnos en castellano. Y cuando Esperanza Aguirre sugirió la necesidad de abrir, al menos, un instituto Cervantes, para no estar en materia de derechos lingüísticos peor que en el extranjero, los que le atacaron no fueron sólo los titiriteros progres, sino los tontilocos del PP convertidos en piqueteros del sueño, guardias de la pesadilla.Polanco y ZP, con la nesciencia institucional, empujan la Nación al precipicio, pero hemos llegado a él en la carroza negra del PSOE y en la diligencia sonámbula del PP. La Izquierda Durmiente, sí, pero también la Derecha Dormida son culpables de este crimen de lesa patria, de lesa libertad. Y Galicia o Valencia prueban que ni una quiere despertarse ni la otra despertar.