Tuesday, January 10, 2006

Comentarios Liberales (XXX)

Mena y más

FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS

10/01/2006

Reconozco mi sorpresa ante el apoyo que en los sitios y entre las personas más insospechadas está cosechando el discurso o, más bien, la actitud del general Mena. A mí, como seguidor de las hazañas y tribulaciones del primer Cánovas, me preocupa la mezcla de civiles y militares en cualquier proyecto político, especialmente si como el de la Restauración en 1874 o el régimen de 1978 son de orden liberal. Liberalismo y poder civil son o deben ser siempre sinónimos pero, ay, cuando una sociedad civil es débil, lo militar se hace presente de una u otra forma. El mayor disgusto de Cánovas -tan bien historiado por Ricardo de la Cierva- fue que, cuando ya tenía en la mano el éxito de la conspiración monárquica para traer a Alfonso XII como guinda y corona del sistema de partidos turnantes, (obligando a Isabel II a morirse de asco en París), se le adelantase en Sagunto el general Martínez Campos. España estaba madura para el cambio de régimen y es siempre más fácil seguir a un militar que a un civil. Supongo que se siente uno más protegido. No es mi caso, pero está claro que en ese aspecto soy poco representativo.

Cuando la realidad política no es la que uno pretende, lo honrado desde el punto de vista intelectual no es sólo combatirla si nos resulta intolerable sino, además, tratar de entenderla, aunque sólo sea para combatirla mejor. Así que trato de entender por qué tanta gente que no es militarista ni golpista ni aspira a otro régimen que el constitucional para España ha acogido con tanta simpatía el pequeño pronunciamiento constitucional de Mena. Ayer dije en la Cope que a mí los militares como más me gustan son calladitos y reconozco que buena parte de la audiencia no se mostró precisamente entusiasmada, al contrario. ¿Y por qué? Pues porque aunque la gente que sigue la Cope sólo quiera básicamente mantener la Nación y la Constitución, y aunque el propio Mena no pretendiera otra cosa, está claro que la situación en España está entrando a toda velocidad en un periodo revolucionario. La sensación de impotencia y desamparo en el pueblo llano, la clamorosa ausencia o la flagrante impotencia de las instituciones que deberían impedir la quiebra del régimen constitucional y la creciente conciencia popular de que el Gobierno de ZP y sus aliados separatistas están a punto de perpetrar un golpe de Estado encubierto contra la Nación y la Constitución a través del Estatuto de Cataluña ha calado hondo en la opinión pública. Un aficionado a la Historia diría que es normal que cuando se empieza por financiar desde el Gobierno la apertura de las fosas comunes del 36 o se instala el guerracivilismo como agresiva ideología oficial, se acabe tropezando con un general al que mucha gente se aferra como a un clavo ardiendo. Mena no es una enfermedad, pero, muy a mi pesar, debo reconocer que sí es un síntoma.

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