Thursday, November 17, 2005

Genial Alfonso Ussía



Aquí se nos define un nuevo concepto financiero que está muy de moda en estos días : un "montilla".

Un “Montilla”

En Madrid, ser invitado a una boda, no acudir a la ceremonia religiosa y presentarse con retraso y total desparpajo a la comida o a la cena, se le dice «hacer un Hannover». Es lo que hizo Ernesto de Hannover, esposo de la bellísima Carolina de Mónaco en la boda de los Príncipes de Asturias. Se cuentan a centenares los que hacen un «Hannover» cuando son invitados a una boda, un bautizo o una primera comunión. La moda se ha extendido y también se frecuenta en los funerales. Se hace un «Hannover» en un funeral cuando se llega a la Iglesia, finalizado el oficio fúnebre, y se alcanza la cola para dar el pésame a los deudos. En tal caso hay que poner expresión de alto dolor cuando se abraza a la viuda. Si el abrazo o el beso al familiar más cercano al fallecido no son lo suficientemente cariñosos, el «Hannover» está mal ejecutado.

En la década de los sesenta del pasado siglo, los jóvenes con coche que se llevaban a sus chicas a los espacios libres inmediatos a la carretera de La Coruña, hacían un «Perdices». La vigilancia de la moral y las buenas costumbres por parte de la Policía Municipal de Madrid perdía presión y consistencia más allá de la Cuesta de las Perdices, y los pinares y dehesas que antes se alzaban junto a las cunetas de la autovía camuflaban con eficacia las pasiones primaverales. Dejar a una chica embarazada era hacer un «penalty», y el cotilleo social se resumía en las reuniones familiares, «para no escandalizar al servicio», con una frase enigmática: «Mimí volvió de “Perdices” con un “penalty”».

Durante un tiempo, al «chupa-chups» se le llamó «Lewinsky». - Mamá, ¿me das dinero para comprar un «Lewinsky»-; -toma, niño, cómprate el «Lewinsky» y deja de dar la lata-. Y al miembro diferencial masculino, a consecuencia de una imagen captada durante un partido de fútbol disputado en el Bernabéu, se le llamó «el Butragueño». Lo decía una recién separada en un exclusivo restaurante de Madrid para justificar su decisión ante un grupo de amigos. «No, no, si es encantador, pero no le funciona “el Butragueño”».

El reto en la actualidad es hacer un «Montilla».

No es sencillo. Un «Montilla» consiste en pedir un crédito, no pagarlo, conseguir al cabo de muchos años que la entidad bancaria te perdone el sesenta por ciento del principal y gran parte de los intereses y te conceda veinte años más para seguir sin pagarlo a cambio de una OPA a todas luces política y monopolizadora. Para hacer un buen «Montilla» es imprescindible que en el otro lado de la mesa se siente un Fornesa aconsejado por un Brufau. Porque yo he intentado hacerlo y me he encontrado con una seria y educada oposición por parte de mis interlocutores bancarios.

Tengo un crédito hipotecario en una de las grandes entidades bancarias de España, y por qué no decirlo, de Europa y del mundo. Me refiero al Banco de Santander. Conozco y soy amigo de su presidente de muchos años atrás, y el personal de mi agencia es sencillamente extraordinario. De ahí que fuera recibido inmediatamente cuando solicité al director una entrevista urgente. «Don Antonio, no voy a hacerle perder su tiempo. Vamos al grano. Le propongo hacer un “Montilla” con mi hipoteca. Ustedes me condonan el cincuenta por ciento del capital, me devuelven los intereses, me alargan el plazo de amortización con la promesa de que no van a protestar si no vuelvo a ingresar ni un euro, y yo les prometo a cambio, apoyarles en la operación más escandalosa si algún día consigo ser ministro del Gobierno».

La reacción del director de la agencia fue como me esperaba. Muy amablemente me comunicó su decisión. «No es posible lo que usted pide, don Alfonso. Si no le importa, nos va a pagar todo lo que nos debe, porque el dinero no es mío, ni del banco, sino de los accionistas y de los clientes que han depositado su confianza en nosotros, y si le permitimos que nos haga un “Montilla” estaríamos estafando a todos los clientes de este Banco». Protesta, por mi parte, muy rápida y desesperanzada. «Pues Fornesa lo ha hecho con Montilla». Contraataque funal del director. «Allá ellos».

No es sencillo hacer un «Montilla». Más aún, es dificilísimo. Para ello es imprescindible ser Montilla, mandar en el PSC, ser ministro de Industria de un Gobierno socialista, pactar la entrega del monopolio de la electricidad a un grupo económico y político, y que este grupo te perdone a cambio la deuda. Es decir, muy fácil de escribirlo y complicado de culminarlo.

Me he quedado con las ganas de hacer un «Montilla».

ALFONSO USSIA

(En La Razón, el pasado 15 de noviembre)

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